Ganó Canelo, perdió el boxeo

Fernando Alvarez del Castillo
En la imponente ANB Arena de Riad, Arabia Saudita, Saúl “Canelo” Álvarez volvió a subirse al ring y, una vez más, salió con el brazo en alto. Esta vez, tras 12 asépticos rounds, derrotó por decisión unánime al cubano William Scull. Pero la victoria no ocultó una verdad incómoda: el espectáculo fue insulso, una rutina más cercana a una coreografía mal ejecutada que a un combate de élite.
Lejos de brindar una noche memorable, la pelea dejó una sensación de tedio. El enfrentamiento careció de intensidad, de emociones reales, y sobre todo, de riesgo. El “Canelo” de hoy parece más preocupado por conservar su legado comercial que por desafiarse en lo deportivo. Lo que antes era furia contenida y talento explosivo, hoy se ha diluido en peleas seguras, predecibles y sin alma.
La velada en Arabia Saudita, montada con la pompa de una superproducción, resultó ser un cascarón vacío. Los promotores se enfocan en mover la maquinaria del entretenimiento global, vendiendo PPV sin importar la calidad boxística. Ir tan lejos para tan poco: esta pelea pudo haberse realizado en cualquier casino de Las Vegas sin perder absolutamente nada.
Canelo sigue enfrentando rivales “a modo”, peleadores que parecen más seleccionados por estrategia comercial que por mérito deportivo. El mexicano solo se medirá realmente cuando tenga enfrente a un oponente que no se doblegue, alguien como Dmitry Bivol, quien ya lo superó con técnica, temple e inteligencia. Esa derrota, por cierto, aún le pesa a un Canelo que parece evitar cualquier posibilidad de revancha.
El público quiere boxeo de verdad. Quiere ver a su ídolo sangrar, sudar y pelear con orgullo. No estas funciones huecas que rozan lo teatral y lo burlesco. Si Canelo no cambia el rumbo y acepta desafíos reales, el ocaso de su carrera podría llegar antes de lo que él imagina.
El tiempo de las excusas y los rivales cómodos se está agotando. La caída de Canelo no será por una derrota, sino por el olvido al que lo puede condenar la mediocridad elegida.
**La voz del ring**
El ex campeón mundial Timothy Bradley, ahora analista en ESPN, fue contundente tras la pelea:
“Canelo está administrando su carrera, no está peleando. Esto no es boxeo de élite, es una simulación. Si sigue eligiendo rivales que no le exijan, va a terminar siendo recordado como un producto, no como una leyenda.”
Las palabras duelen, pero reflejan lo que muchos piensan. Canelo tiene aún el poder, la fama y el talento. Lo que falta es el hambre. Y sin hambre, no hay gloria.
En la imponente ANB Arena de Riad, Arabia Saudita, Saúl “Canelo” Álvarez volvió a subirse al ring y, una vez más, salió con el brazo en alto. Esta vez, tras 12 asépticos rounds, derrotó por decisión unánime al cubano William Scull. Pero la victoria no ocultó una verdad incómoda: el espectáculo fue insulso, una rutina más cercana a una coreografía mal ejecutada que a un combate de élite.
Lejos de brindar una noche memorable, la pelea dejó una sensación de tedio. El enfrentamiento careció de intensidad, de emociones reales, y sobre todo, de riesgo. El “Canelo” de hoy parece más preocupado por conservar su legado comercial que por desafiarse en lo deportivo. Lo que antes era furia contenida y talento explosivo, hoy se ha diluido en peleas seguras, predecibles y sin alma.
La velada en Arabia Saudita, montada con la pompa de una superproducción, resultó ser un cascarón vacío. Los promotores se enfocan en mover la maquinaria del entretenimiento global, vendiendo PPV sin importar la calidad boxística. Ir tan lejos para tan poco: esta pelea pudo haberse realizado en cualquier casino de Las Vegas sin perder absolutamente nada.
Canelo sigue enfrentando rivales “a modo”, peleadores que parecen más seleccionados por estrategia comercial que por mérito deportivo. El mexicano solo se medirá realmente cuando tenga enfrente a un oponente que no se doblegue, alguien como Dmitry Bivol, quien ya lo superó con técnica, temple e inteligencia. Esa derrota, por cierto, aún le pesa a un Canelo que parece evitar cualquier posibilidad de revancha.
El público quiere boxeo de verdad. Quiere ver a su ídolo sangrar, sudar y pelear con orgullo. No estas funciones huecas que rozan lo teatral y lo burlesco. Si Canelo no cambia el rumbo y acepta desafíos reales, el ocaso de su carrera podría llegar antes de lo que él imagina.
El tiempo de las excusas y los rivales cómodos se está agotando. La caída de Canelo no será por una derrota, sino por el olvido al que lo puede condenar la mediocridad elegida.
**La voz del ring**
El ex campeón mundial Timothy Bradley, ahora analista en ESPN, fue contundente tras la pelea:
“Canelo está administrando su carrera, no está peleando. Esto no es boxeo de élite, es una simulación. Si sigue eligiendo rivales que no le exijan, va a terminar siendo recordado como un producto, no como una leyenda.”
Las palabras duelen, pero reflejan lo que muchos piensan. Canelo tiene aún el poder, la fama y el talento. Lo que falta es el hambre. Y sin hambre, no hay gloria.